La Muerte

El pensar en la muerte como algo utópico o lejano es un error común,

la muerte es lo único seguro que tenemos;

al verla lejana se convierte en nuestra verdadera enemiga,

el “tocar madera” con sólo pensar en ella logra vernos confiados y seguros de que falta mucho para alcanzarla;

y terminamos finalmente procrastinando momentos, un te quiero, un qué importante eres.

Es común que al que “más” se le ame, peor se le trate;

nuestro estado de confianza nos da luz verde para herirlos y lanzar un perdón luego;

un perdón que puede que no llegue porque un mañana quizás no haya;

y por costumbre, procrastinamos.

Esta paupérrima actitud nuestra nos lleva a terminar lamentándonos,

y es precisamente en ese momento en que la muerte se convierte en un demoledor agigantado.

Vivimos atontados en un sistema inhumano que nos exprime,

nos convierte en máquinas de estudio y trabajo;

gasolina para el orgullo, poder y buena imagen.

Este sistema no nos enseña que la mejor inversión de tiempo es abrazar a los nuestros,

reír junto a ellos, tratarlos como lo más importante.

Indudablemente si estamos solos en este mundo,

el mucho dinero que tengamos no vendrá a abrazarnos,

ni se ocupará de nosotros si enfermamos.

Todavía contamos con tiempo, pero es urgente saber escoger qué estará primero en nuestra lista de prioridad;

finalmente aquello en lo que más invertimos, es con lo que nos quedamos.

La muerte no es más que nuestra aliada cuando nos recuerda que es solamente el hoy con lo que contamos,

que el aprovechar el tiempo es crítico,

y que amar y perdonar es urgente.